"Yo hace ya tiempo que dejé de luchar contra el
mundo" me dijo cierta chica una vez... pero no hay que dejar de luchar
contra el mundo, el día que dejemos de hacerlo, no habremos nacido sino para
formar parte de una máquina caótica, descontrolada y a su libre albedrío. Ese
día, dejaremos el destino del mundo a su merced.
Profundas palabras, me atrevo a decir, de una desoladora y nostálgica
noche en la que las ideas ya no se perciben con total claridad, noche, que como
muchas otras me hayo aquí, junto a vosotros, en una habitación inundada, en la
que huele a incienso de jazmín, a noche, a libros recién comprados entre los
que resaltan “Utopía” de Tomas Moro o “Así habló Zaratustra” de Friedrich
Nietzsche. Noche que sin embargo destaca por algo, hoy no tengo intención de
acabarla, no pronto al menos, no hasta que esta desaparezca exterminada por los
primeros rayos de la mañana, no hasta que termine mis pensamientos, hasta que
los ordene, clasifique, alfabetice, encasille, numere o por lo menos, los
encierre a todos en un baúl, en el cual no puedan atormentarme.
Y por qué iban a atormentarme… no deberían al menos, ¿no
tendrían que obedecerme?, no, muy a pesar de esta enorme, ancestral y
desproporcionada costumbre mía de
controlarlo todo, no, no puedo controlar esta misteriosa y afligidora máquina
de desdenes irritados que llaman mente, la cual surge en los momentos intranquilos, se alza cual un
águila imperial en la montaña por la noche, cuando más me cuesta conciliar el
sueño para tratar de buscar sentido a mis inquietudes, de analizarlas,
corregirlas, encubrirlas, minimizarlas o simplemente destruirlas, ahogarlas en
un mar de elocuente banalidad que es mi conciencia, junto a mi ego, mi
despotismo o mi inventada supremacía incandescentemente inmortal… al menos
hasta que yo me descomponga; “polvo al polvo” dijo Dios una vez.
Egoísta yo, que solo hablo de mi, de mi desdicha y mi
incontrolada elocuencia desabrupta obviando el tema de mi monólogo… mi
individualismo me hace apartar el motivo de mi desvelo, mi intranquilidad o mi
inoportuna capacidad de análisis nocturna de temas elásticos… ¡va! ¡Qué infame
y mentiroso! Elásticos no…
Y… ¿Cuál es ese tema? Te preguntas, tranquilo, no has de
preguntar algo que ya sabes, salvo que desees acentuar la importancia del fondo
o el contenido implícito sin embargo, en el diálogo insufrible al que te someto
desde la primera línea, que nunca debió ser escrita ya que, y es cierto, a
estas horas todos deberíamos dormir, pero los locos no duermen, solo piensan, y
es eso tal vez, mi locura lo que me lleva a molestarte con mi extremadamente
estúpido defecto o capacidad para inquietar las mentes ajenas, que dejan rozar
su mirada curiosa sobre estas líneas de demencia. Y la pregunta de fondo es… ¿qué
haces tú aquí? Ya que yo solo extingo una innata necesidad de expresar mi
inacabada obra de comunicación, de expresión vital, de desdicha en este mundo
cruel… no obstante, la inspiración viene cuando menos te la esperas, pero
siempre acaba llegando, el problema es que no todos sabemos esperar lo
suficiente como para darle tiempo a llegar, a llenarnos con su esplendor, a
cogernos la manos para hacer un lienzo, una estatua, escribir una canción, o un
relato, o, como yo, un loco ensayo sobre nada, ya que nada es lo que escribo,
para todos y para nadie.
Y aún no te he dicho de que hablo, ¿verdad?, y no lo voy a
hacer, no es prioritario en mi desorden mental, en todas las anotaciones desordenadas
adheridas con potsit amarillos en la pared de mis ideas. Pero tranquilo, el
mundo nunca se queda con lo que tiene preparado para cada uno de nosotros, este
termina siempre entregando a cada cual su pertenencia si realmente es para sí.
Interesante lugar el mundo, ¿no crees?, un lugar en el que vivimos, al que
llegamos con una sola condición, y al que desgraciadamente tomamos tanto cariño
como para no querer abandonarlo, lugar al que adoramos, al que queremos, como a
una madre… pero él no nos quiere, no de esa forma al menos, ya que para este
cumplimos una función, temporal, ilícita en el mandato con el que nos expulsa
del limbo divino y misterioso que se nos narra desde antaño, desde el que nos
lanza a sí mismo, desnudos y perplejos ante una realidad muy desconocida y
sorprendente, rara, incompresible pase el tiempo que pase, macabra incluso y
cíclica, como ya he mencionado.
A pesar de ello adoramos ente mundo bipolar, perplejamente
enamorados de algo que creamos día a día, y que modificamos como pequeños
dioses olímpicos.
El mundo es bello, apasionado, selectivo, sorprendente,
interminable, embaucador, cíclico,
incorruptible pero también macabro,
caótico, cruel, malicioso, desproporcionalmente misterioso, y poderoso, tan
poderoso que los hombres desde tiempos inmemoriales le han rendido lealtad y
culto, se han postrado ante él como sus hijos, súbditos y vasallos, con el más
puro pensamiento de lealtad hacia él. Sin embargo, ahora, en nuestro extraño,
difícil, y cambiante tiempo, el hombre se ha mostrado insumiso y vanidoso, se
ha apropiado de este, lo ha cortado y repartido entre sí y lo ha maltratado y
lo maltrata sin reparo alguno que ofrecerle.
Pero… ¿Qué creemos que somos?
El ser humano es tan solo una mota de polvo ante tanta
grandeza, ante la magnificencia de aquel que nos ha creado y nos ha modelado
convirtiéndonos en lo que somos, una insignificante variable del primate, algo
no solo prescindible, sino que en algún caso innecesario y devastador para la
tierra, que no nos pertenece, ya que nos ha sido prestada. Pero no entendemos
que el no tratar bien este “alquiler” nos hará perder la fianza, que no es sino
nuestra raza, el hombre, nuestra supervivencia en este mundo, un sí o un no. Pero
somos arrogantes, despilfarradores, inadecuadamente desproporcionados y desequilibrados,
insalubres con nuestro planeta, mortales allá donde pisamos y crueles con todo
lo que crece y nace a nuestro alrededor.
No hay otro final posible para nosotros. No sobrevivir es un
hecho que anida en nuestro corazón desde que poseemos un hito de conciencia y
razón, el hombre se desvanecerá cual un tigre viejo en la nieve que presiente su
fin, y va a yacer a un a cueva, cerrada y perdida, a dormitar y expirar su
último aliento, el último sueño, del que nunca despertará.
¿Te has perdido? Yo creo que no… has encontrado el tema, sin
que lo haya desvelado directamente, sabes de que hablo, tu también lo sientes,
como cambia, como transita, ese espíritu tornadizo que nos domina en una mayor
medida de la que estamos dispuestos a asumir, que nos mira, como ese gran ojo
de Sauron, señor de las tinieblas en la tierra media, que siente de una forma
diferente a nosotros, siente a lo grande, como siente un astro, como sienten
los bosques, o los océanos divididos artificialmente por los hombres, pero que
son uno; uno solo es el planeta, la imagen que tenemos de él, y uno solo es el
espíritu, que nos ata gratamente, y que desafortunadamente despreciamos, como
si esa conexión destrozara nuestra libertad, y es al contrario, la engrandece,
ya que no hay mayor libertad que la que se vive en paz y junto a los demás
seres vivos, que la que se vive respirando y sintiéndola, tal y como ella nos
siente a nosotros fundidos en uno solo, frente a la inmensidad de las estrellas
y la infinidad del Universo.
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